Tras años de abandono y olvido, el terrazo ha vuelto con fuerza. Fue allá en 2017 cuando, ante el asombro de muchos, el terrazo comenzó a reaparecer de forma tímida. Revistas e interioristas advertían que el terrazo iba a volver.
Y así fue. Conforme pasaron los años, la superficie moteada extremadamente reconocible ha vuelto a conquistar interioristas y arquitectos primero, llegando al gran público después gracias a diseños totalmente renovados.
Ventajas inesperadas
Aparte de todos los beneficios estéticos del terrazo (elegancia, sobriedad, superficies uniformes…), este viejo conocido nos ofrece más ventajas:
- El terrazo está compuesto de restos de piedra y elementos aglomerados como el cemento, por lo que no necesita un tratamiento muy grande como puedan ser otros materiales, como es el caso de los cerámicos. No hace falta un hormo para fabricarlo, y así se ahorra energía y emisiones de CO2.
- Este pavimiento destaca por su gran versatilidad, pues con la misma técnica se pueden hacer diferentes acabados muy económicos. Si el terrazo está pensado para un uso interior, se pule. En cambio, si se usa para exteriores se deja algo de textura para que no sea resbaladizo.
- Es un pavimento muy resistente y accesible. Por este motivo, su bajo coste y fácil mantenimiento son otras dos grandes bazas del terrazo. Si con el paso de los años el terrazo se deteriora, únicamente es necesario volverlo a pulir. Además, como presenta un diseño irregular, si una pieza se rompe se puede sustituir fácilmente por una similar sin perder la apariencia de uniformidad.
- Desde un punto de vista de sostenibilidad, el terrazo es un material que puede contribuir a mantener la temperatura de una estancia, atenuando la necesidad de recurrir a encender la calefacción o aire acondicionado. Así pues, si combinamos el terrazo con el suelo radiante, tanto con agua caliente para calefacción como agua fría para climatización, mantendrá la temperatura y hará que el gasto en energía sea menor.